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Posted by : Alex González jueves, 6 de julio de 2017


A finales de los 90 y comienzos de los dosmiles (no sé cómo se dice esa primera década del siglo), dejé de ir acompañado al fútbol y empecé a realizar estación de penitencia yo solo. En todos los sentidos. Tanto en Semana Santa a la Catedral como en todo el año al Sánchez Pizjuán. Nunca fui pesimista, siempre pensaba que íbamos a ganar. Pero siempre. Aunque conforme iba entrando al estadio, me iba conformando con el empatito.


Lentillas al canto, porque las lupas podrían pegarse un carajazo cuando celebrara un gol en mitad de los Biris (sí, tíos, yo era un malote cuando era un teenager). Sudadera de Umbro, calentita, con más años que un bosque y con cremallera metálica que me metía en la boca durante todo el camino con tal de no hablar ni con mi madre. Después la sustituyó una Joma, que todavía me sigo poniendo, con su cremallera más blandita, como de silicona. Hace más agradable la mordida. Bonobús que al menos tenga dos piques por gastar, con transbordo, que yo era un niño de barrio. Y hora y media antes del partido ya estaba el menda bajando las escaleras de dos en dos. Portazo con la bufanda en la muñeca y a esperar el autobús. Me daba igual el 11 o el 13, ya veré dónde cogería el C1, pero el primero que viniese es al que me subía.


Pesimismo ninguno. Amaba a Caparrós. Amaba mis colores. Mi escudo. Y non plus ultra. Sentado en la grada, un huevo antes de tiempo, soportando el “I punto publicidad”, “It’s my life” de Bon Jovi y diecisiete “Tecafil tiene la solución”, además de los versionados perfectamente y de manera brillante por mis compañeros de grada con aquel “Benjamín tiene la solución”.

Salen a calentar los porteros. Monchi, Olsen, Notario, Esteban… Salen a calentar los jugadores rivales. Algún que otro abucheo. Alguno más fuerte de lo normal si se trata de un exbético. Enormes clases de zoología y de coaching sobre la madre del árbitro. Pelaba pipas cuando me acordaba de comprarlas.

Se acabó el partido. Normalidad absoluta. Con la cabeza más metida de la cuenta en la sudadera era señal de un 2 en la quiniela. Con las manos en los bolsillos de la sudadera, sobresaliendo la bufanda que seguía amarrada en la muñeca, señal de que había sido una humillación. La Victoria no hacía falta suponerla en mi cara. Parada del 13 en el Hotel Macarena. Parada del 11 en el Bazar España. El 13 me gustaba más, pasaba con más frecuencia. Había más personajes.

Veinte años de carnet, veinte años en los que, salvo cuando salieron Pastora Soler y Antoñito en la misma campaña de abonados, nunca le di más importancia de la que creo que debía tener. Y todavía, a día de hoy, hay gente que me dice que la campaña no le ilusiona. O que los fichajes no son lo que esperaban. O que este año la camiseta no es como él quería, que es muy simple o que es muy hortera, depende del núcleo en el que hable.

Pues tío, yo a estas alturas de julio voy a la taquilla con los ojos cerrados. Bueno, ya lo hago por internet por si me toca la camiseta. Y me da igual cómo sea. La prefiero blanca, como todas las que tengo, salvo la azul marino con el cuello blanco. Y el escudo, que venga el escudo, la razón de todo. Porque esa es la razón, el escudo. Paso de fichajes, de entrenadores y de su puta madre. Los conoceré o no, me gustarán o no, pero ilusionar me ilusiona cada nueva temporada, porque es el Sevilla FC. Porque es mi equipo. Y me ilusiono como en los últimos 19 años de carnet y los 6 ó 7 anteriores, que uno empezó por el 94 a conocer el fútbol con cierto sentido y desde entonces no me he bajado del burro. Y si empecé con Maradona, Suker, Zamorano o Buyo, después me tragué más de un Camacho de entrenador y un Marinakis, Machlas, Axel o Casagrande de portero. Que daban vergüenza hasta verlos en el FIFA 97 en la Mega Drive y prefería editarlos y ponerles el nombre de mis compañeros del colegio. Conmigo como delantero estrella, claro está. Hasta los amistosos me ilusionan en verano. Que los de Rota estaban graciosos, pero los amistosos en el Emirates de Londres me hacen más gracia. Amaba el Carranza y el Colombino, con premio. Pero se los cargaron. Nunca caímos bien por allí, pero nos invitaban porque necesitaban el dinero de los veraneantes. La gente se vende fácil cuando es un ruina envidioso. Llegaron las previas y las Supercopas y esos torneos ya no tenían ni a gente de la mitad alta de Primera División. Fuera torneitos chorras. Ahora con los Grandes. Más ilusión al saco.

Ilusión. Pues claro que tengo ilusión, cojones. Como cada año. Ahora ven, cuéntame todos los rollos que quieras y déjame que me vaya a la grada, que esto empieza ya y en Gol Norte, mientras que pueda, estaré viendo al Sevilla FC. Callaito, como siempre, disfrutando y sufriendo a partes iguales, pero callaito. Eso es, callaito. Estarse callaito y mira p’alante. Nuevo Sevilla FC, nueva temporada, pues a ilusionarse, como siempre.

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