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Posted by : Alex González sábado, 28 de noviembre de 2015

Qué desafortunados son los zagales de hoy en día… por culpa de la pedagogía cursi y las burbujitas protectoras que se le ponen a los niños de ahora alrededor de ellos para que no sufran, nunca podrán vivir un encarnizado y sangriento derbi en los que salten clavículas, uñas, mechones de pelo y dientes de leche.

Además, el coñazo mediático del Real Madrid por huevos, CR7 hasta en la sopa y camisetitas de Bale, Neymar o Casillas a precio de copia barata traída de la misma Nigeria, hacen que en los colegios cada vez se vayan difuminando más las camisetas sevillistas o las de barras béticas. Una lástima.
Prefiero mil veces que un niño vaya vestido de caramelito pictolín a que vaya de blaugrana o merengue. Asquito. Lo de ir de pictolín es triste, porque supone una grave enfermedad criaturil, pero es mucho más bonito que se sienta identificado con su ciudad, sus antepasados y tenga un referente cercano, aunque criaturil. Soy chauvinista de mierda. Sí. Hasta las trancas. Y prefiero una mierda de aquí a una mierda de fuera. Aunque sea mierda de calidad.

Recuerdo en mi colegio auténticas batallas campales en el patio “Hermano Agustín”, en mi colegio de la Salle de la calle San Luis, en las que protegía mis gafitas de snoopy (leer el artículo en el que ya hago una denuncia pública a esta marca por sus modelos de gafas) y mi mochila, donde guardaba el aparato dental “de quita y pon” que me habían puesto porque tenía las paletas tres dedos más pafuera de la cuenta y que me daban un toque canarinho por mi parecido a Ronaldinho.

Yo fui delegado en la mayoría de los cursos, como buen empollón, y tenía la difícil tarea de decidir si hacer equipos por pares y nones o por sevillistas contra béticos.

Mi destreza futbolística nunca fue mi fuerte. Mucha visión de juego y tal, pero desde el centro del campo y medio quieto con mis pies planos. Por lo que sabía que de los primeros no iba a salir elegido si salía por pares y nones y vete tú a saber qué equipo de mierda hacía el que me eligiera. Así que siempre jugábamos sevillistas contra béticos, conocía que había buen nivel en ambos bandos y todos los jugadores, absolutamente todos los jugadores, estábamos comprometidos con la causa. Muerte al contrario, independientemente del resultado.

En aquél grupo de sevillistas estaba mi amigo Francisco Luis, del que hablaré en artículos posteriores, porque se convirtió en mi compañero de penas en mis primeros años de carnet.

Bueno, sigamos hablando de ese Quinto de Primaria en el que en los recreos, separábamos nuestras amistades en dos bandos, como las dos España, pero esta vez en serio.

Veinte jipis corriendo como posesos, sin táctica ninguna, sin miedo a la muerte, puesto que nuestro escudo estaba por encima del bien y del mal, con la vena del cuello a punto de reventar, discutiendo cada jugada dudosa, repitiendo el “la ha seguío” y aplicar una ley de la ventaja bastante inverosímil y en un espacio reducido porque con los hijos de puta de sexto había que compartir el campo. Ese era el fútbol de verdad. Eso eran los derbys. Y no las mierdas que juegan ahora. Anda que íbamos a usar un spray pa poner la barrera. Pocas patadas se ha llevado una barrera por adelantarse más de la cuenta…

Yo quisiera ver a Dani, ese pelón que se motivaba mucho en los derbys aunque al final na de ná, jugando uno de estos partidos en mi colegio. JÁ. O a Maresca tirando un penalti como aquél que nos dio el derby hace unos años. Pocos gapos se hubiese llevado de mi amigo Josemi, respetuoso con el rival pero hasta que hicieras por marcarle.

Era otro mundo.

Don José Ángel, el jefe de estudios, como primera medida, tuvo que prohibir nuestros balones de reglamento, que solía traerse Ale Silva, un beticucho de la calle Antonio Susillo, pero un grandísimo amigo (en el recreo no) o Jesús Pando, el bueno jugando, pero este sevillista.

Recuerdo también una tutoría en la que se intentaba paliar las broncas de nuestros recreos con una charla en la que nos inculcaron que a nuestros compañeros hay que quererlos y respetarlos, porque todos éramos, y supongo que seguiremos siéndolo, como hermanos e hijos de Dios. A esta falacia de la Señorita Mari, saltó Juanito Halcón (Juanito por lo de no superar el metro sesenta hasta bien pasados los 18 años) y dijo por lo bajini "sí, pues los sevillistas van a ir al infierno". Yo me reí, pero en verdad esa afirmación me supondría una eternidad ardiendo en llamas, pero en ese momento me importaba poco. Me reí hasta cuando íbamos en el autobús de vuelta a casa.

Finalmente, tras múltiples conatos de Guerra Civil en el colegio, varias mandíbulas desencajadas, varias sudaderas de chándal impregnadas de la sangre rival y varias agendas del colegio firmadas por nuestra tutora, la Señorita Mari, con una dedicatoria muy bonita en la que se invitaba al colegial a no asistir en varios días al cole, Don José Ángel tomó la decisión de prohibirnos los derbys durante los recreos.

He de decir que yo nunca he sido un valiente aguerrido que me inmiscuyera en las batallas, pero sí era un fanático seguidor de ellas y defensor de ambos bandos y de las causas frente al tutor o el Jefe de Estudios. Ya os he dicho que tenía que proteger mis lupas.

El caso es que, en estos derbys, por lo menos en quinto de primaria, que yo recuerde, el Sevilla FC ganó la mayoría de los partidos que jugamos. Puede ser que “la mayoría” fueran dos partidos ganados más que los béticos. Ambos equipos estábamos muy igualados por aquél entonces. Como en la vida real, bueno en el fútbol profesional. Puede que con los años haya pasado como en la liga y la diferencia entre ambos se haya acrecentado demasiado a favor nuestro, pero no me veo ahora mismo jugando ningún partido, ni a ninguno de esos 20 guerreros lasalianos, sevillistas o béticos. Pero sí puede que si se hicieran ahora esos partidos entre los chiquillos actuales, el porcentaje se hubiese volcado completamente hacia el lado sevillista, como los derbys de la tele en estos últimos años, seguramente eso se aprenda y las criaturitas ahora lo tengan un poco más asumido.

Aish… qué bonitos recuerdos. Se me ponen los pelos de punta cada vez que pienso en un derby. Porque no es solo 11 contra 11 vestidos de blanco o de pictolines. Es una sociedad entera pendiente para poder humillar y cachondearse del rival en la mañana siguiente, o durante toda la semana siguiente, o todo el puto mes, qué coño, que no hubieran perdido…
Y la puta suerte de los niños de quinto de este año es que el lunes después del derby muchos faltarán con la excusa de que ya es casi Navidad y no merece la pena ir al cole. Pero eso es mentira, ellos lo saben. Muchos faltarán por no tener que agachar la cabeza y no perder una mandíbula en un derby en el recreo. Muchos faltarán por dignidad y honor. O la falta de ambos.


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