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Posted by : Alex González martes, 23 de febrero de 2016



Si te echas una novia que no le gusta el fútbol, olvídate del fútbol.

Eso es una máxima que se comenta en los aledaños del estadio cada domingo de partido. Y con esa idea estoy desde que la aprendí de chico. Cada vez que veo a alguien que dice “no, hoy no voy al fútbol, porque tengo que ir con la parienta a…”, me da mucha pena y pienso en una hembra dictatorial, con un látigo de cinco puntas en la mano y absolutamente explosiva, cuyas felaciones te hacen perder el conocimiento, si no, no se entiende esa elección.

La vida ha hecho que me “arrejunte”, que diría mi abuela de Alcosa, con una muchacha que le gusta el fútbol, pero es bética. Son esas cosas bonitas de nuestra Ciudad. Bonitas pero que te tocan los cojones en cada discusión con Nono de por medio. Además, no puedes buscar en ella un aliado que te refuerce las discusiones contra otros verderones, ¡es una de ellos! Y eso te hunde. Pero la quieres. Eso es así. No voy a particularizar mucho más en qué ocurre si la novia es bética, de lo que me gustaría hablar en este capitulillo es de los compromisos maritales.

En una relación de pareja, fútbol-yo, yo-fútbol, y con tu novia de por medio, si existe una mínima posibilidad de que algo pueda salir mal, saldrá. Es la ley de Murphy, muchachos.
Si he quedado con mi novia después de un partido y me he atrevido a dar una hora exacta a la que iré a recogerla, que ni se me pase por la cabeza llegar a tiempo. Mi precipitación, provocada por otra parte por la amenaza subyugante del “¿hoy no quedamos?”, me ha impedido pensar en el enorme atasco que se produce en las calles anexas a nuestra bombonera. En el caso de que coja un autobús, el circular, el 32, el 27… cualquiera de ellos irá hasta arriba de gente, sevillistas como yo que tienen que volver a casa antes de que sus mujeres –anteriormente novias- protesten por el estado de nerviosismo con el que llegamos por el puto fútbol o por la hora a la que me presento por la puerta. Además de que estos autobuses también tendrán que superar las barreras del tráfico. Caíste, muchacho enamoradizo.

Si estamos hablando de una eliminatoria de UEFA o Copa del Rey, o incluso afortunado de mí, que tuve novia cuando jugamos la Champions, recuerdo que tuve el valor de decir “En cuanto termine el partido, voy a recogerte”, pensando que la eliminatoria no se resolvería con prórroga y penalti. La Ley de Murphy nos asegura en ese momento el resultado por el que hay que apostar. No se lo digo al resto de mis compañeros sevillistas para ahorrarles el disgusto, pero ya sé en mi interior que es capaz de haber penaltis. De hecho, muchos novios como yo, cuando estamos en plena prórroga, con un córner en contra, no estás angustiado por el hecho de tener más cerca al rival, si no por lo lejos que tienes a tu novia esperando y lo lejos que está la hora pactada, la has sobrepasado como Alves las expectativas de Monchi. Caíste, muchacho enamoradizo.

Eso son casos puntuales, partidos sueltos, rondas de competiciones mayores… pero centrémonos en la liga, en el día a día del sevillista, en el domingo a domingo mejor dicho.

Es habitual en una pareja tener algún almuerzo de compromiso. Ya sea en casa de ella, en un restaurante con tus suegros o en casa de algunos amigos. Y la gente tiene la puta mala costumbre de quedar un fin de semana, cuando hay fútbol. Bueno, y los jueves. Desde que jugamos la UEFA, el día de la semana que más eventos familiares hay en las familias de la sociedad sevillana es el jueves. Sí, señores, en cuanto Baptista metió el gol al Osasuna en aquel mayo del 2004, la cúpula de suegras y amigos a los que no les gusta el fútbol se reunieron para asegurar que los eventos más importantes de tu novia se realizarán los jueves. Y así se ha quedado, reservando solo unos cuantos para el fin de semana, pero en los que jugamos en casa.

Si hay alguien más pendiente de los horarios y del calendario liguero que Canal Plus y Michael Robinson, ese soy yo. Desde que las plataformas televisivas se dan de hostias para televisar un partido y los horarios los mueven y los ponen a horas lamentables, mi vida se reduce a un eterno suspiro de resignación. Porque, ¿quién iba a pensar que los horarios iban a encajar bien con mi vida amorosa? ¿quién, en su sano juicio, apostaría por un horario compatible con mi cita importantísima con la familia de ella? Sí, de nuevo la Ley de Murphy.

Si un horario puede salir mal, saldrá mal.

Si hay una cena el domingo en casa de una amiga de tu novia que no está abonada al Canal Plus, el partido será el domingo a las nueve de la noche. Si sales al centro a comer con tus suegros un sábado, el partido te lo pondrán a las cuatro de la tarde de ese sábado. Y quien me lleve la contraria en este tema es que no ha tenido una relación estable tanto tiempo como yo.

Muchas veces he llegado a pensar que la LFP pincha mis teléfonos y se descojona cuando pone los horarios.

En mi familia ya saben que como haya fútbol, el enfermo de Alejandro no se presenta o coge las de Villadiego cuando la hora del partido se aproxime. Como en aquella comunión de mi prima chica, en la que el Sevilla FC se jugaba el pase a la Champions contra el Deportivo de la Coruña, en 2009, y mis tíos tienen la insensatez de poner la comunión el mismo día del partido. Pero, ¿a qué santo cura se le ocurre repartir hostias un día como ese? Pues cuando la tartita y los regalos ya estaban abiertos, el que les escribe cogió el coche con violencia, partiendo desde el convite en Castilleja y bajando la cuesta desde el Aljarafe como si el París-Dakar se tratase. No me maté. Y Perotti metió un golito de penalti que nos clasificó para esa competición tan tonta…

Hay gente que cumple aniversario en febrero, con San Valentin, tan romántico. O en agosto, por ser un amor de verano. Una polla. Yo en mayo, en la segunda quincena, cuando se juegan las finales de cualquier competición: liga, champions, copa. Da igual. Y este año, por tercero consecutivo, volvemos a jugar una Final. La de la Copa del Rey. Y sí, ha caído el día de mi aniversario, el 22 de mayo.

Si tu equipo está más o menos acostumbrado a moverse con cierta desidia por la primera división y lo más que estás acostumbrado es a enfadarte en una semifinal y a llevarte el subidón porque tu equipo ha ascendido de Segunda –qué apropiado lo de subidón-, ¿quién coño iba a pensar en mayo como mala fecha para empezar a salir con una tía? Pues el Sevilla FC se hizo grande y empezó a convertir nuestros mayos en auténticas maravillas para el recuerdo. Y para mi economía. Si a los regalos de aniversario y el gasto de las ferias tardías le añadimos la puta costumbre de llegar a las últimas rondas de Copa o UEFA de los últimos años, el mes de mayo es el mes de las flores, el mes de la ruina económica. Sí, muy romántico todo. La culpa es mía por enamorarme con el calentón de Mayo y no esperar al veranito o adelantarlo al fresquito primaveral de una noche de marzo.

Mi novia, resignada y sabiendo el tarado que tiene por novio, ya ni cuenta conmigo para las quedadas con sus amigos. Ni piensa en que nos veamos un domingo antes de las nueve de la noche. Contribuye positivamente a que me vaya de viaje con el Sevilla FC, incluso me ha regalado viajes y entradas para que no consiga curarme de lo mío. Por eso la quiero tanto, porque sabe que lo nuestro es casi un menage a trois con el Sevilla FC. Y lo respeta.

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